“Comer varias veces al día, pero poquito” podría ser la peor recomendación nutricional de toda la historia.
Permíteme explicarte porqué. El cuerpo puede estar en dos modos metabólicos: almacenando energía y quemando energía. Cuando comes almacenas, cuando ayunas, quemas. Si te la pasas comiendo todo el día, todo el día estarás en modo “almacenamiento”. En cambio, entre más largo el ayuno, más tiempo tiene el cuerpo de “quemar”.
Todo esto ocurre, sobre todo, porque cuando comemos (casi cualquier cosa) nuestro páncreas produce una hormona llamada insulina, la hormona encargada de que podamos asimilar los carbohidratos para producir energía y almacenar el excedente en el tejido adiposo.
Un poco de insulina está bien. Pero hay dos problemas por los cuales no quieres tener exceso de insulina en tu cuerpo. El primeroes que esta hormona, es una especie de carcelero que mantiene atrapada la grasa en el tejido adiposo.
El segundo es que luego de cada subida de insulina viene un “bajonazo” de azúcar, que genera la “necesidad” de comer de nuevo y en algunas personas, incluso, síntomas de hipoglicemia como nerviosismo, temblor y desvanecimiento.
De manera que, si comes cinco o seis veces al día tendrás cinco o seis picos de insulina y cinco o seis episodios de disminución del azúcar con el resultado neto de aumento del apetito y una montaña rusa de emociones. Esta es una de las razones por las cuales muchos psiquiatras en todoel mundo se están interesando porel manejo nutricional de algunascondiciones mentales.
Con el tiempo, debido al aumento sostenido de los valores de insulina en sangre, la mayoría de tejidos se vuelve “resistente” al efecto de la insulina, es decir, que requiere mayor cantidad de la
hormona para guardar y utilizar el azúcar. Y digo la mayoría, porque el tejido adiposo continúa respondiendo y almacenando grasa.
El aumento de la grasa corporal es mucho más que un problema estético. El tejido adiposo es uno de los órganos endocrinos más importantes de nuestro cuerpo, ya que produce una enorme cantidad de sustancias conocidas como adipoquinas que hasta hace pocos años estamos conociendo y entendiendo.
Una de las adipoquinas más estudiadas es la leptina, famosa por su papel en la regulación del apetito. Puesto que esta hormona es la encargada de dar la señal de saciedad, cuando se descubrió los científicos creyeron encontrar el “Santo grial de la obesidad”; la solución de la obesidad sería una “píldora de leptina”. Pero, ¡vaya sorpresa, las personas obesas tienen un exceso de leptina! Lo que sucede es que a medida que crece el tejido adiposo aumenta la producción de leptina y, al igual que en el caso de la insulina, las células se van volviendo resistentes al efecto de esta hormona.
El resumen, a mayor número de comidas al día, sobre todo si son altas en carbohidratos, mayor producción de insulina, la cual estimula el crecimiento del tejido adiposo, que a su vez aumenta la producción de leptina, lo que lleva a una resistencia a la insulina y al a leptina y a un círculo vicioso de aumento del aumento del apetito.